Fez (فـاس) es de esos lugares de los que te esperas mucho y que te da más. Es una ciudad única que conserva su encanto medieval casi intacto. Es un viaje al pasado. Llena de tradición, es una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos junto con Meknés, Marrakech y Rabat. Es el centro de peregrinación islámico más grande del país, por eso los tejados de sus mezquitas y otros edificios notables son verdes. Por si todo esto fuera poco, la medina es la zona peatonal más grande del mundo y es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1981.
Nos volvimos a levantar pronto para ponernos en marcha hacia Fez. Esta vez nos pusimos en ruta mucho más fácil que en Tánger. Pero empezamos a ver lo que realmente son las carreteras marroquíes. Infinitos baches acompañados de un desnivel considerable. Tardamos en llegar algo más de tres horas. Una vez allí, no sabíamos muy bien cómo llegar a la parte de la ciudad vieja ya que en la zona donde estábamos no salía en nuestro mapa. Decidimos preguntar a un policía, que nos indicó perfectamente. El único inconveniente es que teníamos que girar a la izquierda y estaba prohibido. El policía se percató y paró el tráfico en una avenida de doble sentido para que nosotras pudiéramos hacer la pirola. ¡Increíble pero cierto! Esta fue la primera de una serie de anécdotas con la policía marroquí.
Al salir del coche, si no fue antes, teníamos mil y una personas a nuestro alrededor para ayudarnos a buscar alojamiento y para guiarnos por la medina. Al principio intentamos buscar un hostal por nuestra cuenta, pero después de ver alguno y ver que no eran muy buenos, decidimos dejarnos guiar por un lugareño. Después de regatear, nos quedamos en un riad por 200 MAD la noche las dos (algo menos de 10€ por persona). No me preguntéis como se llamaba porque no tenía nombre a la entrada. Tampoco como se iba, porque cuando lleguéis a Fez os daréis cuenta que es imposible saber dónde está exactamente un sitio. Solo sé que una vez que se entraba por la puerta de Bab Beujeloud (la de la foto de abajo) había que girar a la izquierda, luego a la derecha, a la izquierda de nuevo, izquierda…. y ya me he perdido de nuevo…
Celia en la puerta Bab Boujeloud |
Ahora empieza lo mejor. Perderse en la medina de Fez es una de las sensaciones más contradictorias que se puede tener por Marruecos. Por un lado, es maravilloso no saber dónde se está, estar despreocupado, disfrutando de todo lo que ofrece las laberínticas calles y sabiendo que ningún mapa te va a decir dónde estás, al igual que les pasaba a cualquier otro extranjero en la Edad Media. Pero a la vez te sientes un poco agobiado, sin saber si vas por buen camino o acabarás en alguna callejuela poco recomendable.
La medina de Fez tiene infinidad de puestos donde se puede comprar de todo, aunque lo típico en esta ciudad es la cerámica, especialmente la de color azul y el cuero, ya sea de camello o cabra. Como no podía ser de otra forma, entramos en varias tiendas a ver qué tenían y regateamos bastante, aunque al principio no teníamos mucha intención de comprar nada. Hasta que llegamos a una especie de patio en el que había infinidad de piezas de cerámica. Había de todos tipos, formas y colores. Unas mejores y otras peores. Como nuestra madre es aficionada a la cerámica, no podíamos dejar pasar la oportunidad de comprar algo para ella en Fez, ya que es una de las ciudades con mejor cerámica de Marruecos. El vendedor nos estuvo explicando cómo se hacía la cerámica y cómo diferenciar la que es de buena calidad y la que no es tan buena. Después de llamarnos bereberes, que es como si en España te llamaran gitana, por lo mucho que regateábamos, nos llevamos un plato azul precioso y yo una tetera con su vaso, todo de cerámica.
De repente dijo Celia: “¡Mira la reina!” y sí, ahí estaba, la Sofi con un montón de guardaespaldas. Iba de viaje privado y no nos dejaron casi ni ir por las mismas calles que iba ella. Luego nos enteramos que hacía unos días también había estado en Marrakech.
En la medina |
El primer día en Fez no dio para mucho más. Compramos pan para hacernos un bocadillo y cenar. En el riad, conocimos a un grupo de chicos de Canarias. Decidimos quedarnos una noche más.
Por la mañana llovía como si no hubiera mañana, tuvimos que esperar un rato largo y temimos que nos tendríamos que quedar todo el día en el hotel, cosa que no nos apetecía mucho. Mientras esperábamos, nos encontramos con Victor y David, dos de los chicos canarios, y decidimos irnos juntos a visitar la ciudad cuando dejara de llover.
Queríamos ir a ver los curtidores, famosos en la ciudad. Entre perdernos y encontrarnos, pedimos a un chico que nos llevara a una tienda para subir a la terraza a ver el proceso de curtir las pieles. Lo primero que notamos, era el mal olor que caracteriza a estos lugares, por eso te suelen dar una ramita de hierbabuena para que se disimule un poco. Para tratar y teñir las pieles, se sigue el siguiente proceso:
- Se introducen las pieles en cubas excrementos de paloma y cal durante varios días
- Se quitan los pelos de la piel que queden
- Se tiñen las pieles metiéndolas en bañeras (como las de abajo) de tintes naturales de distintos colores
- Se dejan secar y una vez secas, toca transformarlas en bolsos, cinturones, etc.
Cuando fuimos nosotros, no había tantos colores porque acababa de ser el Ramadán y no tenían todos preparados. Por lo que nos dijeron, en esa época se para bastante el oficio.
Curtidores en plena faena |
Intentamos comprar algo de cuero en la tienda desde donde habíamos visto los curtidores, pero era un poco cara y el regateo no nos salió muy bien, así que le dijimos al chico que nos había llevado ahí, que nos llevara a otra. Le seguimos por las estrechas, pero abarrotadas calles de la medina. Nos avisó para que nos agarráramos el bolso y que tuviéramos cuidado. De repente, el chico desapareció corriendo y agachado. Nos quedamos un poco sorprendidos. No sabíamos que hacer, si esperarle o irnos por nuestra cuenta. Cada uno tenía una versión de por qué se había ido. Poco duraron nuestras dudas al verle de nuevo, pero esta vez acompañado por dos policías y con esposas en las manos. Ya por nuestra cuenta, encontramos una tienda donde David compró algo.
Artesanía de cuero |
Dejando ya las tiendas de la medina atrás, cogimos nuestro primer petit taxi (un fiat uno a modo de taxis donde sólo se pueden montar 3 personas y son muy baratos) y nos dirigimos al Palacio Real, el de la portada de la guía. Desgraciadamente no se puede visitar por dentro y nos tuvimos que conformar con ver las inmensas y preciosas puertas azules que lo rodeaban. También fuimos a la Mellah (barrio judío) y vimos la sinagoga y el cementerio judío.
Otro lugar de visita obligada es la madraza de Bou Inania. Una madraza es una escuela coránica, algo similar a lo que son los seminarios en los países católicos. Existen varias en todo el país. La de Fez es del siglo XIV. Realmente es una obra de arte de la arquitectura islámica. Para el que haya estado en la Alhambra de Granada no le resultará del todo nuevo, pero aún así no puedes dejar de admirar sus hermosas paredes talladas con formas geométricas y escritura árabe.
También hay varias mezquitas importantes, pero para los que no somos musulmanes, no nos está permitida la entrada en ninguna en todo Marruecos, a excepción de la de Hassan II en Casablanca, otra muy pequeña que se encuentra al sur de Marrakech y la de Mulay Ismail en Meknés. ¿Me dejo alguna? A muchos nos choca esto de no poder entrar en las mezquitas en este país. Pero, hasta donde yo sé, esta prohibición se hizo cuando los franceses estaban en Marruecos. Con esta norma, se evitaban algún enfrentamiento entre las dos religiones. Después se ha seguido manteniendo.
Patio de la madraza |
Para terminar el día y nuestra visita a Fez, queríamos ver una vista panorámica de la ciudad. Volvimos a coger un petit taxi y le indicamos al conductor dónde queríamos ir puesto que salía en la guía. Nos miró un poco raro pero nos llevo y una vez arriba nos dijo que nos esperaba porque no era una zona adecuada para dos siñoritas. Desde ahí arriba, se pueden observar todas las chimeneas de las fábricas de cerámica echando humo negro, las mezquitas de color verde, que desde la ciudad no se aprecian tan bien.
Madraza con minarete y Celia incluidos |
Fez es una ciudad que merece la pena visitar, pero sin prisas. Siempre te gustaría quedarte un poquito más, pero ya nos estaba llamando nuestra segunda ciudad imperial del viaje, Meknés o Mequinés. Si aprendes a convivir con los numerosos fecíes y sus numerosas invitaciones a hacer de guías, buscarnos alojamiento, restaurantes o tiendas, Fez es una ciudad ideal para disfrutar del verdadero aroma de Marruecos, donde el tiempo se ha parado en el siglo XV.
Curtidores y mezquita de Al Karaouine |
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6 lugares imprescindibles de Marruecos - Flavia Around the Wolrd
15 marzo, 2019 at 9:29 am[…] todas las ciudades imperiales de Marruecos (Fez, Marrakech, Meknes y Rabat), me quedo con Marrakech por parecerme la más completa de todas. Todas […]