Koh Kong: entre Cardamomos

Koh Kong o Krong Koh Kong (ក្រុងកោះកុង) es una ciudad fronteriza con Tailandia que pertenece a la región con el mismo nombre. Ésta está escasamente poblada y no tiene demasiado turismo. Como buen paso fronterizo, abunda el contrabando y la prostitución, con lo que la ciudad no es que sea demasiado atractiva para el turista. Sin embargo, sus parajes naturales, su situación en los montes Cardamomos y la cercanía a unas islas prácticamente desérticas y paradisíacas  hacen de este lugar uno de los más idóneos en Camboya para perderse y desconectar de todo.
Llegué allí desde Sihanouville en autobús. Tardé unas cinco horas y me costó $8. En el autobús coincidí con una pareja que había estado conmigo en la excursión en barco en Sihaknouville. Así que hablé con ellos para compartir un tuk-tuk y buscar alojamiento. Ellos se quedaron en el primer sitio que vimos, pero a mi no me convenció demasiado y continué buscando.  Después de unos cuantos intentos fallidos por encontrar un hotel en el que no abundaran las cucarachas y las sábanas sucias, me alojé en Blue Moon Guest House y pagué $6. Mi siguiente objetivo fue buscar una agencia (o similar) para poder hacer el trekking que quería, es decir, adentrarme en los montes Cardamomos y pasar una noche durmiendo en hamacas en medio de la naturaleza. No había demasiadas opciones, pero al final encontré la agencia Koh Kong Eco Tours, donde coincidí de nuevo con la pareja del autobús y decidimos hacer el trekking los tres juntos. La excursión me valió $30, incluyendo la comida, el traslado en moto hasta el sitio de inicio y el guía. Con los deberes hechos, me fui a cenar con una pareja de franceses que había conocido antes y a dormir.
Nido de hormigas
Nido de hormigas con cara feliz
Pronto por la mañana me vinieron a recoger en moto hasta el punto de salida. Los tres fuimos de paquetes en la moto hacia donde empezaríamos nuestra caminata, pero no sin antes parar a coger provisiones. Además nos echamos un repelente de sanguijuelas casero, nos metimos los pantalones en los calcetines y caretera y manta Poco después comenzamos los cinco (la pareja de checos, el guía,  el pobre que cargaba con todo y la menda) a adentrarnos en lo más profundo de los montes Cardamomos. Menos mal que el guía se conocía el sitio como la palma de su mano, porque no había ningún tipo de camino, senda o suelo pisado. Eso sí, él iba el primero abriendo paso con el machete y diciéndonos en su rudimentario inglés qué especie era cada una que veíamos y lo que no teníamos que tocar (unas cuantas). 
Con la protección anti sanguijuelas
Con la protección anti sanguijuelas
De vez en cuando se oían animales correteando entre los árboles e incluso vimos gibones crestados (Pablo esto lo he buscado por ti). Por desgracia no vimos ningún elefante salvaje, ni tigres de indochina, aunque para eso creo que hay que adentrarse más en la inexplorada selva, cosa que no hicimos. 
Cuando la gente empezó a tener hambre (a mi dengue me tenía siempre el estómago sin esa sensación), desplegamos el campamento e hicimos un alto en el camino para reponer fuerzas. Si os fijáis en la foto de abajo, en la parte derecha hay un saco. Eso es lo que usaban los camboyanos con los que íbamos de mochilas. Si el caso es echarle imaginación a las cosas.
Pic-nic en los Cardamomos
Pic-nic en los Cardamomos
Justó después de comer, cayó el diluvio universal y, por mucho que nos cubrimos con las lonas que llevábamos, acabamos calados de pies a cabeza, por dentro y por fuera. Cuando ya no llovía excesivamente, continuamos nuestro camino, atravesando ríos, subiendo laderas, bajando por rocas… hasta llegar a una cascada. Ahí nos dimos un chapuzón bien merecido mientras nos prepararon las hamacas para dormir. Y como no, empezó a llover de nuevo, pero esta vez ya estábamos calados por decisión propia, así que nos quedamos en el agua y listo. Además toda nuestra ropa estaba cochada, por lo que poco podíamos hacer para evitar la catástrofe.Y fue entonces, al cruzar el río hacia el lado donde estaba nuestro campamento base, cuando me resbalé, me caí contra las rocas del río y me hice la herida en la rodilla que posiblemente me salvó la vida.
Empapada después del chapuzón
Empapada después del chapuzón
Mientras la ropa se secaba a la lumbre y preparábamos la hoguera y los pinchos camboyanos para preparar la cena, me curé con lo que pude la pequeña herida que me hice. Fue entonces cuando me di cuenta que tenía una sanguijuela intentando chuparme mi sangre (o lo que tuviera en ese momento). Me la quité, pero me dejó un pequeño mordisco la muy cabrita.
Preparando la cena
Preparando la cena
Por suerte, la lluvia nos dio la tregua suficiente para  cenar tranquilamente (o en mi caso hacer el amago de cenar) y secarse la ropa, porque al rato volvió a caer la de san Quintín.
Se supone que está lloviendo a mares.
Se supone que está lloviendo a mares.
Como no había mucho más que hacer, nos metimos en nuestras súper hamacas y a dormir hasta el día siguiente. Por la mañana, después del desayuno, nos pusimos en marcha de nuevo.
Recién levantada, al lado de nuestro campamento
Recién levantada, al lado de nuestro campamento
Por el camino de vuelta, vimos unos árboles, que me parecieron muy curiosos: un árbol normal estaba rodeado por otro cual cuerda (supongo que sería algún tipo de árbol parásito).
árbol curioso
árbol curioso
También una especie de planta carnívora que en su interior almacenaba varios insectos. (NOTA: no soy una experta en flora y fauna y menos camboyana así que no me sé ni los nombres comunes ni científicos. Perdón por mi simplicidad)
Planta que en su interior almacenaba diversos insectos
Planta que en su interior almacenaba diversos insectos
Mi cansancio había llegado ya al límite y no hacía más que pensar en el final de la excursión. Aunque me hubiera encantado, mi cuerpo ya notaba el hecho de llevar varios día prácticamente sin comer y encima la herida de la pierna se había empezado a hinchar y me dolía un poco. Así que en cuanto salimos de la selva, dije al guía que si podía llamar a alguien para que me viniera a buscar. Y menos mal porque en cuanto llegue al restaurante donde habíamos parado al principio para coger provisiones volvió a diluviar. Mis compañeros volvieron calados de nuevo. Mientras esperaba a que llegaran los checos, miré el tiempo que iba a hacer por la zona, ya que mi intención era quedarme en la isla de Koh Kong, pero las previsiones de los siguiente días eran lluvia, jarros y aguaceros. Así que decidí coger ese mismo día un autobús hacía la capital para al día siguiente poner rumbo a Kep y pasar los últimos días e Island Rabit. Como ya he contado, no llegué a ir y mi último destino fue el hospital.
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